5/09/2011

LOS ENSUEÑOS DEL PASADO Y LOS DE HOY


Unamuno

    Cuando pensamos en la actividad soñadora de los hombres, hacemos más hincapié en su lado negativo, en su origen, y no en su finalidad, en su meta. Al soñador el mundo real le incomoda, no le satisface y se evade del real, al ideal, y se transporta al mundo de los ensueños, donde lo real no es ajeno a lo ideal.


     Cuando la concepción de algo se convierte en un hecho, y éste fracasa, tenemos dos caminos donde poder elegir, uno es el resentimiento, donde caen aquéllos que su riqueza espiritual es pobre y carece de la fuerza necesaria para levantarse, se hunden en un profundo malestar, y en su soledad, condenan la claridad de quien opta por el camino del ensueño, que lejos de tener sentimientos destructivos, se sumerge en la búsqueda de nuevos conceptos para compensar sus parciales derrotas y convertirlas en resurgimientos poéticos, filosóficos o sencillamente esperanzadores.


Azorin

     En una España donde las apariencias de progreso material seguía siendo insatisfactoria (1.915/20), los hombres del 98, Azorín, Ganivet, Unamuno, Baroja etc..., habían fracasado como españoles, y no pudiéndose permitir caer en el resentimiento, optaron por el ensueño, convirtienéndose en una fuente de lucidez literaria crítica con los acontecimientos del presente pasado, transformando su fracaso en reconocimiento unánime de triunfo literario.

      Durante el optimismo ingenuo que impera en el periodo de la Restauración, estos genios de la Literatura, se esforzaron, a su forma, en enmendar la plana a quienes convirtieron la España de entonces (1898) en un absoluto desastre en todos sus términos, y sobre todos ellos, predominaba una sórdida y amarga sensación de pérdida de identidad propia de la nación que amaban.

Ganivet
    Eran muchas las fórmulas que se barajaban para regenerar la España de nuestros gloriosos tiempos, las inclinaciones políticas basadas entonces en la externalización de nuestras empresas, continuando con la inercia de su pasado, la europeización, chocaron frontalmente con la receta de nuestros genios del ensueño, que frente a ésta tendencia, propondrían y defenderían la de mirar hacia dentro, la de recomponer nuestras estructuras que dieran identidad propia, y asegurasen el futuro de nuestra europeización.

     Son muchos los defensores intelectuales de la época que veían una España inmadura a pesar de la grandeza que tuvo en sus tiempos de gloria imperialista. Han pasado ya dos siglos y los hechos se suceden, con matices distintos, pero con resultados similares en el siglo XXI, salvando las distancias, épocas y conocimientos de la referencia, la similitud existente entre las distintas fases de nuestra reciente historia, hay motivos suficientes para seguir pensando en aquéllos ensueños de nuestros ilustres literarios del 98.


Baroja

    Al igual que en las reflexiones de nuestros  literarios se reflejaba un gran pesimismo, sobre la capacidad española, para afrontar una grave situación política y social de la época, sus tendencias y filosofías de mirar hacia dentro para poder recomponer la estructura interna de nuestra nación, y la sensación de una España inmadura, pudiera tener sentido en el momento actual que nos embarga.

Una verdadera catástrofe se cierne entorno a nuestras expectativas como ciudadanos, cerramos el primer trimestre del año con 5 millones de parados, son datos oficiales reconocidos. En la crisis de los 90, cuando Felipe González gobernaba, no se superaron los 4 millones, entonces estábamos más ocupados del futuro europeo que del nuestro propio, mirábamos más hacia fuera que hacia dentro, queríamos crecer de afuera para adentro.

    Esta escalofriante cifra de parados nos lleva a deducir que el 21,3% de los españoles que quieren trabajar, no pueden hacerlo, del cuál,  el 45%  abarca a la población de jóvenes

    La Europa protectora y motor de las economías de los países miembros, no ha servido para paliar una crisis económica internacional anunciada, ha servido más bien, para crear el marco propicio global, a quienes especulan con las economías débiles y con reformas estructurales y financieras pendientes.

    La precipitación, el exceso de optimismo, las desigualdades políticas, sociales y democráticas, la insolidaridad entre países, la carencia de una estructura jurídica y financiera sólida, la competencia entre monedas oficiales, etc... está llevando al traste con todos los ideales de hermanamiento y europeización que nuestros antepasados manifestaron en sus ensueños.

    La España espléndida de las últimas décadas, ha pasado a pertenecer al grupo de naciones más deprimidas y castigadas del continente europeo, con una insolvencia económica y financiera que lleva a los mayores índices de paro de nuestra democracia, un sistema educativo estéril que contribuye a alcanzar unos altos niveles de abandono escolar entre la población de jóvenes, universidades poco competitivas de donde salen estudiantes con bajo nivel de preparación, una cultura estancada y diezmada por su bajo compromiso intelectual resignados a la bondad subvencionista estatal, un mapa geográfico autonómico desentendidos de los intereses comunes nacionales, instituciones y organismos públicos desprovistos de gestión directiva eficaz, y una corrupción política generalizada y repartida entre los dos partidos políticos más votados del país, PP, PSOE, que, con la ciudadanía resignada a la sistemática alternancia entre estos dos partidos, conforman un panorama desolador para el futuro de nuestra nación, la amada España de nuestros referentes literarios.

    Las crisis de las burbujas y distorsiones financieras vuelven a surgir en nuestro sistema productivo, dejando atrás un cementerio de sueños truncados y generaciones hipotecadas, en virtud de unas ideologías y propagandas políticas engañosas e involucionistas, que atentan contra los intereses y derechos de la ciudadanía española.

    Creo que va siendo hora de que el ciudadano comprometido, apele a aquellos ensueños de nuestros antepasados, y recupere las riendas del destino de su nación y el de su prosperidad, es por ello, que no debemos de esperar a que surjan voces de la intra-historia, como diría D. Miguel de Unamuno.

    Desgraciadamente, muchos de nuestros intelectuales están hoy en lo suyo, y no se preocupan, como entonces, por el alma perdida e identidad de nuestra querida España. Somos los ciudadanos los que debemos de reaccionar para poner fin a todas las tropelías que, en nombre del pertrechado liberalismo, la vilipendiada democracia y el estancado progreso, provocan que varias generaciones afectadas, tengan que renunciar a sus ensueños, a sus derechos como ciudadanos.

    Debemos de apelar a la recuperación de nuestra identidad, la recuperación de una clase política comprometida con sus gentes y su nación, una clase política que no engañe a quienes les han puesto ahí con su voto; para servirles, con la honradez y honestidad necesaria que sus cargos les exige, y que sobre todas las cosas, dediquen su tiempo a cultivar a los componentes de una nación con derecho a recuperar el alma perdida, su propia identidad y los sueños de esperanza de futuro de sus generaciones venideras.

Miguel Soler Ríos